Aunque es muy poco frecuente, es cierto. Un gran susto, excitación extrema o un enorme disgusto desencadenan la liberación de muchas sustancias de estrés a la sangre. Esto se ha visto que podría relacionarse con lo que se denomina miocardiopatía de estrés.
Dicha enfermedad comparte muchas similitudes con un infarto de miocardio, entre ellas dolor torácico y una disminución transitoria de la contractilidad (la "potencia") del corazón, que quedaría como "atontado". Se ha visto que se produce más cuando hay catástrofes naturales, guerras e incluso se ha descrito en el contexto de los mundiales de fútbol. En general, esta disminución de fuerza contráctil es pequeña y siempre es reversible. En algunos casos más marcados y muy excepcionales, no obstante, se ha asociado con el fallecimiento del paciente.
¿Qué es el estrés?
El estrés es la tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves.
¿Por qué hay que controlarlo?
La relación entre el estrés emocional y los eventos coronarios mayores ha sido establecida en algunos estudios. Sin embargo, existe controversia y sigue siendo un tema de actualidad ya que es difícil cuantificar el grado de estrés emocional con distintos test científicos.
¿Por qué se produce estrés?
El estrés se produce, en menor y mayor medida, según la intensidad de un estímulo exterior y la capacidad individual de respuesta ante él. Todo ello dificulta su control como factor de riesgo cardiovascular, ya que depende del individuo el adaptarse a esa situación que le está afectando y cómo la enfrente.
¿Quiénes tienen más riesgo de padecerlo?
Algunos estudios apuntan a un mayor riesgo de eventos cardiovascular en las personas con personalidad tipo A, es decir, individuos competitivos, muy autoexigentes, apegados al trabajo y obsesionados con el éxito. La ausencia de estas características describe el patrón contrario, patrón de conducta tipo B. Patrón de Conducta Tipo A como un factor de riesgo independiente para enfermedad coronaria isquémica, ya que estas personas tenían un riesgo dos veces mayor que aquellos con personalidad tipo B en presentar enfermedad coronaria isquémica en un periodo de 8 años y medio.